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Nuestro primer 8.000

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Hace ya unas semanas que llegamos a casa, después de casi seis meses de viaje en bicicleta por el norte de Europa. Han sido muchas experiencias y mucho aprendizaje en todo este tiempo. Poco queda ya de los dos jóvenes de ciudad que salieron en las bicis para descubrir los países de alrededor del mar Báltico y su cultura. Poco a poco hemos ido adquiriendo conocimientos y habilidades que nos han acercado cada vez más a la naturaleza y nos ha hecho un poco más salvajes, si cabe. Desde luego que es una experiencia difícil de narrar y que pocos podrán entender si no han tenido alguna parecida, pero lo cierto es que un viaje de estas características te cambia por completo: tu manera de ser, de actuar, de ver las cosas, de enfrentarte al mundo. Como decía, salimos como dos jóvenes de ciudad a los que les gusta la naturaleza, pero que muchos de nuestros conocimientos no los habíamos puesto en práctica. Aún recuerdo el primer día que hicimos acampada libre: nos costó un buen rat

España

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Emprendimos nuestra marcha en Bayona y en poco tiempo entrábamos a Irún. Y aquí empieza el principio del final. Nos sentíamos contentos de volver a nuestro país, teníamos ganas de parar, aunque nos había encantado el viaje y en parte, también nos daba mucha pena terminarlo. En Irún ya nos empezamos a sentir en casa. Nos paramos a descansar un poco y hablar con la familia para decirles que habíamos entrado a España. Mientras estábamos hablando por teléfono sentados en un banco, se nos acercó un hombre en bicicleta. Se puso a hablar con Miguel y de repente me dice: ‘Venga niña, cuelga que nos vamos’. Resulta que este hombre es de San Sebastián que es donde nos dirigíamos nosotros. Miguel estaba viendo que había que coger un tramo de autovía en esa dirección, porque no hay otra alternativa y en efecto, este hombre nos lo confirmó. Iba con una mochila y nos dijo que venía de coger castañas y volvía para casa. Que nos diéramos prisa que se acercaba una tormenta. Madre mía, cuánt

Francia

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Después de poner fin al pequeño país de Luxemburgo, y tras una gran cuesta abajo para cruzar el río fronterizo, llegamos a Francia. Se notaba mucho el cambio, en este lado las edificaciones son mucho más humildes. Paramos en Saulnes, poco después de pasar la frontera, en casa de Loic. Loic es un joven francés, que habla un poco de español y al que le gusta nuestra cultura. Nos sorprendió leer en su perfil que le encanta el español, lo cual nos ha hecho pensar que a muchos franceses no les encanta el español o los españoles…  Ya veremos. Bueno, pues Loic vive en un apartamento pequeñito, en la primera planta de un edificio, que compró con un amigo. Se lo ha restaurado él mismo y la verdad que le ha quedado de lujo. Nos contó que estuvo dando la vuelta al mundo y a la vuelta se ha puesto a trabajar en la construcción. Es un tipo la mar de interesante.  A la mañana siguiente, cuando atravesábamos el pueblo para continuar, resultó que nos encontramos con su madre. ¡Vaya casuali

Luxemburgo

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Al poner rumbo a Luxemburgo, ya en bici, agradecimos infinitamente que nos recogiera Steffen en la estación de tren, pues había una buena cuesta antes de llegar a su casa. Continuamos tranquilamente y pronto llegamos a la frontera. Al poco de pasarla descubrimos que muchas empresas alemanas tenían su sede en territorio luxemburgués, para evadir impuestos. También había muchos supermercados, donde cargaban los alemanes y también gasolineras.  Después de esta escena, llegó el campo, con muchos viñedos. Y nuestro día transcurrió tranquilo hasta la capital, donde nos esperaba Jamie con su familia. Él es de origen inglés y su pareja cubana, y tienen una niña preciosa de dos años, con la que nos entretuvimos mucho. Nos contaron que en Luxemburgo hay una gran comunidad de portugués-parlantes. Ellos también habían venido hasta aquí en busca de oportunidades. Jamie se esforzó por hablarnos en español, porque estaba aprendiéndolo. Viven en un piso chulísimo. Y lo que descubrimos con

Alemania de vuelta

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Tras dejar atrás la frontera llegamos a Flensburgo. Es una pequeña ciudad, con una arquitectura algo diferente a lo que nos habíamos acostumbrado en Dinamarca. En Alemania, como sabéis, está prohibido acampar, así que nos acogió Steffen para esa noche.  Steffen es un chico joven. Estuvimos hablando de lo difícil que está el encontrar un buen trabajo en Alemania. Pudimos entender un poco la situación de los jóvenes en este país, que no es muy diferente a la nuestra. La verdad que la conversación fue muy interesante y estuvimos muy a gusto con él. Al día siguiente atravesando por el rural, volvimos a encontrar casas con los tejados de cañas. Aunque se veían diferencias con las danesas. Este día acabamos en Hohn, acogidos por Rainer. El pueblo era pequeño y muy tranquilo. Rainer vive con sus padres, a los que cuida. Nos dio una bienvenida muy acogedora, a pesar de todo lo que tenía que trabajar, pasó bastante tiempo con nosotros compartiendo experiencias.  Al día sigui

Dinamarca

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Subimos al barco, despidiéndonos, al fin, de Noruega. Este barco era diferente a los barcos del correo. No tenía salones y los pasajeros que no disponíamos de camarote, teníamos que dormir en una sala llena de butacas como de cine. Así que como la mayoría de butacas estaban libres, cada cual se agenció un espacio de suelo y por allí nos tiramos a dormir. Cuando amanecimos, ya habíamos llegado a Dinamarca, al puerto de Hirtshals. Y no os imagináis el cambio tan grande. De repente, los bosques y lo verde en general, habían desaparecido y todo volvía a ser completamente llano y campo de cultivo. Cuando salíamos del puerto encontramos a un hombre alemán, que también iba en bicicleta y paramos a hablar con él. Nos dijo que tenía un velero, con el que quería dar la vuelta al mundo y estuvimos hablando de la educación alternativa.  Al rato, nos despedimos y pusimos rumbo al sur por la parte este del país.  En Suecia, nos dejamos por visitar Gotemburgo, después del agob

Sur de Noruega

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Volvimos a Noruega de la forma que más nos gusta, entre bosques y refugios.  Habíamos pasado dos días tranquilamente en un refugio, en medio de un bosque, cerca de Magnor, poco después de pasar la frontera. Al día siguiente paramos en la biblioteca de Skotterud a recargar dispositivos y estuvimos ojeando algunos libros de plantas y setas. Y también uno de tejer, que por allí es muy común y a la amiga, a la que nos dirigíamos a visitar, le gusta mucho. A la salida descubrimos que la rueda nueva de Miguel había pinchado. Esta vez no parecía tan grave, así que fuimos a una tienda de deportes del pueblo, llamada X-Way, a por una cámara y resultó que el propietario nos regaló la cámara y nos reparó él mismo el pinchazo. Nos dijo que tenían poca presión las ruedas y nos las dejó a punto. Se portó genial con nosotros. Me pregunto si sería noruego… Nos dejó su tarjeta con su teléfono, por si nos surgía cualquier problema, llamarle. Parece que el sur es diferente del norte de Norueg

Sur de Suecia

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Ese día pretendíamos llegar a Estocolmo, aunque aún no sabíamos dónde íbamos a dormir.  Pasamos por Sigtuna, un pueblo con las típicas casas de madera muy bien conservadas y que estaba lleno de turistas. Continuamos, pero la entrada a la ciudad se hacía larga y el anfitrión que nos aceptó vivía a las afueras por la otra punta. Íbamos algo justos de tiempo y por si fuera poco mi cámara trasera reventó contra un bordillo. No acabamos de entenderlo, pero en esa ciudad los bordillos eran todos tremendamente altos. Aquí, mucha gente nos ofrecía su ayuda. La verdad que Suecia es un país muy diferente a sus vecinos, nada que ver. Al final, llegamos una hora y media tarde y James, nuestro anfitrión estaba preocupado porque no le había llegado el mensaje que mandamos. Le contamos toda la historia y cenamos, que nos habían preparado de cenar. James es un hombre tailandés, que a priori nos parecía algo seco según su perfil de couchsurfing, tenía como muchas normas para su casa, pe