Francia

Después de poner fin al pequeño país de Luxemburgo, y tras una gran cuesta abajo para cruzar el río fronterizo, llegamos a Francia.


Se notaba mucho el cambio, en este lado las edificaciones son mucho más humildes. Paramos en Saulnes, poco después de pasar la frontera, en casa de Loic. Loic es un joven francés, que habla un poco de español y al que le gusta nuestra cultura. Nos sorprendió leer en su perfil que le encanta el español, lo cual nos ha hecho pensar que a muchos franceses no les encanta el español o los españoles…  Ya veremos. Bueno, pues Loic vive en un apartamento pequeñito, en la primera planta de un edificio, que compró con un amigo. Se lo ha restaurado él mismo y la verdad que le ha quedado de lujo. Nos contó que estuvo dando la vuelta al mundo y a la vuelta se ha puesto a trabajar en la construcción. Es un tipo la mar de interesante. 
A la mañana siguiente, cuando atravesábamos el pueblo para continuar, resultó que nos encontramos con su madre. ¡Vaya casualidad!
Continuamos camino hacia Troyes. Nuestro anfitrión nos advirtió de que el centro de Francia es todo campos de cultivo y que lo más bonito que podíamos encontrar es el curso de los ríos y nos aconsejó seguir el río Loira, desde Orleans, donde hay varios castillos.

Nuestro primer día por Francia, que estuvo lluvioso, acabamos acampando en un parque, ya a las afueras de Verdún. Estaba en un bosquecito, detrás de una urbanización y tenía un techado, así que, decidimos aprovecharlo, en vista del tiempo que teníamos.

Al día siguiente, continuamos camino, campo través. De vez en cuando encontrábamos alguna granja y poco más.
A la hora de comer, nos cayó una buena tormenta en el picnic que habíamos parado, pero según pasó continuamos marcha. Acabamos acampando en otro poco de verde arbolado, al lado dela carretera, cerca de Vitry le François.
Al día siguiente, el panorama seguía siendo el mismo, ya nos había avisado nuestro anfitrión, todo campo de cultivo, con pequeños pueblos de vez en cuando. Así hasta que llegamos a Troyes.

La arquitectura de esta ciudad nos encantó, es muy típica, parecida a la alemana, con la estructura y vigas vistas, de madera. Lo que nos dejó boquiabiertos es que hay cinco catedrales en la ciudad. Pero nos ha gustado mucho.
Ese día continuamos un poco más para dormir en Vauchassis, en la casa de Francis. Había dejado las llaves a su vecina y tuvimos la casa para nosotros solos. Era un gran caserío de pueblo y en parte, nos dio algo de miedo. No sabemos dónde estaban sus dueños, pero parecía como si hiciese tiempo que no vivían allí, como una casa encantada. Por suerte, pudimos dormir la mar de a gusto y reponer fuerzas para continuar la vuelta a casa.
El día siguiente continuó entre campos, para no variar mucho. Encontramos un pequeño castillo, que parecía del siglo XIX, y poco más. Acabamos acampando en un trozo de bosque, de los pocos que había, que además, era privado, pero no creíamos que fuera ir nadie por la noche por allí.

Amanecimos con el campo en niebla, así que seguíamos un horizonte cercano. Este día conseguimos llegar hasta el Loira, cerca de Orleans, donde nos esperaba Matthieu, que vive con su mujer e hijos. Estaban muy atareados con los niños y porque ambos trabajan, pero estuvimos charlando apaciblemente con ellos durante la cena.
A la mañana siguiente, encontramos una vista magnífica del Loira en Combleux.

Estuvimos un rato contemplando el amplio río. Y después visitamos la ciudad. También tenía su amplia y magnífica catedral, pero poco tenía que ver con Troyes. Pero por aquí ya se pueden encontrar los primeros castillos del Loira, alguno tomado por la universidad.
Acabamos acogidos, a las afueras siguiendo nuestra ruta, por Clément, Isis y su pequeña. Estaban viviendo en la casa de sus padres mientras encontraban un nuevo lugar. Habían trabajado recogiendo manzanas en el campo y tenían un montón, así que nos prepararon un delicioso zumo de manzana. Si la bebé de la familia que nos acogió en Luxemburgo, nos impresionó lo espabilada y lista que era, esta niña nos dejó sin palabras. Nos contaron sus padres que comenzaron su viaje en bicicleta, cuando ella solo tenía cinco meses, lo cual nos impresionó. Pero también nos contaron que seguían una crianza alternativa. La niña no había usado pañales y ya con dos añitos pedía ir al baño cuando lo necesitaba. Además, se cortaba la fruta con un cuchillo bien afilado ella solita, siempre supervisada por sus papás, claro. Pero era alucinante verla desenvolverse. Quedamos admirados de su manera de ver el mundo. Yo creo que jamás podría salir de viaje en bicicleta con mi bebé de cinco meses… La cosa es que la niña estaba requeteacostumbrada al traqueteo de la bici, tanto es así, que a la mañana siguiente se montó en su cochecito para que tirásemos de ella. Antes de salir nos dimos cuenta de que Miguel había vuelto a pinchar. Nos ayudaron amablemente a arreglar el pinchazo y seguimos nuestro viaje.

Por fin habíamos dejado los campos atrás y avanzábamos tranquilos, por la ribera del Loira. Por esta zona había mucho muérdago en los árboles. Nos cruzamos con otra pareja joven de cicloturistas que iban acampando a lo largo del Loira. Compartimos un rato de camino con ellos y después continuamos más rápido. Llegamos hasta las puertas de Tours, donde también acababa nuestro tramo de Loira. Acampamos entre unos árboles al lado de una parada de carretera.
Al día siguiente visitamos Tours, que, como no, también tiene una grandiosa catedral. En un parque encontramos un Cedro del Líbano enorme. Menudo pedazo de árbol. Visitamos los últimos castillos y decidimos coger tren hasta Burdeos, que suficiente campo francés habíamos visto ya.

Cuando llegamos a Burdeos estuvimos visitando la ciudad. Seguro que adivináis qué visitamos… Pues sí, una catedral. Qué raro, ¿eh? También sus parques, castillos y la ribera del río, que tiene un paseo muy agradable. Como hacía bastante buen tiempo, había bastante gente por la calle. Al atardecer fuimos a la casa de nuestro anfitrión, Guillaume. Fue a por unas pizzas mientras nos duchábamos y estuvimos hablando de nuestros viajes.
De la ciudad nos fuimos de cabeza al paraje natural más bonito de la zona, la duna del Pilat. Llegamos justo para la puesta de sol. Menudo paraje más bonito. Es una gran duna de arena fina entre el parque natural lleno de pinos y el mar. Hacia un lado se ve un mar de pinos y hacia el otro el mar de agua. Precioso.

Acampamos abajo de la duna. Al día siguiente encontramos otros árboles, como madroños y robles. Había una ruta en bici que continúa por el parque, rumbo al sur, cerca de la costa. Aunque da alguna que otra vuelta. Acampamos un par de días más. 
Uno de estos días, a la hora de hacer la comida, decidimos usar nuestra cocina, que funciona con pequeñas ramas quemadas. Nos pusimos en uno de los picnic del camino. Hacía tiempo que no la usábamos, ya que nos había acogido mucha gente y tampoco lo habíamos necesitado. Cuando estábamos acabando nuestra tortilla de patatas llegó un guarda forestal todo mosqueado. Ni nos habíamos dado cuenta de que en Francia no está permitido hacer ningún tipo de fuego. Y a pesar que es un fuego muy controlado, se puso como un energúmeno a llamarnos de todo. Tiró el agua que nos quedaba desde una altura considerable, en las pocas ascuas que nos quedaban. Nos dijo que si hace no sé cuándo, unos habían quemado todo el bosque. Que somos unos irresponsables y todo lo que le vino en gana. Por lo menos no nos puso ninguna multa. Y dijo que ni se nos ocurriera acampar, que estamos en parque natural protegido y que hacer fuego y acampar está completamente prohibido. De nada sirve que viniéramos de un viaje de cinco meses y pico viviendo en continuo contacto con el fuego. Y ya sé que Francia y España y Alemania no son Finlandia ni Noriega ni Suecia, pero tampoco estábamos haciendo un gran fuego, que para esa cocina con cuatro ramitas vale. Y no somos unos pirómanos. Y además, ya que estaba hecho y perfectamente controlado, nos podía haber dejado acabar la tortilla, que era la comida que teníamos para ese día. Pero está claro, que no atendía a ninguna razón. Miguel trataba de hablar lo mejor que podía inglés, no vaya ser que fuese uno de los franceses que odia españoles y para qué querríamos más. 
Lo que creo que tampoco se había dado cuenta el hombre es que no había campings donde acampar porque ya no era temporada, aparte de que nosotros no los usamos, porque en muchos casos, son más caros que un albergue.
No habíamos tenido un solo incidente con nadie en todo el viaje, hasta llegar aquí. Alguna vez nos tendría que pasar…
Después de atravesar todo el parque natural, que a parte del incidente, fue la mar de agradable, llegamos a Bayona.

La verdad que el recorrido desde la duna del Pilat es muy sencillo para hacer en varios días en bicicleta, por ejemplo, para quien se quiera iniciar con un pequeño recorrido. En Bayona, donde seguro que acertáis lo que visitamos, nos esperaba Guillaume, Célia y su pequeño, con el que estuvimos un ratito jugando. Viven en una urbanización muy tranquila. Además usan la bicicleta como transporte y su bebé va la mar de tranquilo a bordo. Estuvimos muy cómodos con ellos, compartiendo nuestras experiencias de viaje y aprendiendo de su manera de reducir el impacto ambiental.
Nos levantamos renovados, pensando que teníamos España, ya al alcance de la mano, y emprendimos viaje para alcanzarla.

Conclusiones

Parece mentira que haya tanto campo de cultivo en Francia. Hemos pasado varios días en los que solo veíamos campos de cultivo hasta el horizonte y algún que otro tractor. Sin más localidades que pequeños pueblos, casi despoblados. Pensábamos que esta estampa es típica española, castellana, pero parece que Francia también tiene su estepa.
El Loira nos salvó de este panorama, pero cuando nos tuvimos que despedir del río, decidimos avanzar en tren hasta Burdeos. 
Sabéis que partimos hacia lo salvaje y asalvajados volvimos, tanto que tuvimos nuestro primer percance del viaje con un guarda forestal, finalmente sin consecuencias.
Y por fin estamos al borde de nuestro país, después de tanto tiempo, de tantas experiencias, de tanto aprendizaje.
El final se acerca…

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