España

Emprendimos nuestra marcha en Bayona y en poco tiempo entrábamos a Irún.


Y aquí empieza el principio del final. Nos sentíamos contentos de volver a nuestro país, teníamos ganas de parar, aunque nos había encantado el viaje y en parte, también nos daba mucha pena terminarlo.
En Irún ya nos empezamos a sentir en casa. Nos paramos a descansar un poco y hablar con la familia para decirles que habíamos entrado a España. Mientras estábamos hablando por teléfono sentados en un banco, se nos acercó un hombre en bicicleta. Se puso a hablar con Miguel y de repente me dice: ‘Venga niña, cuelga que nos vamos’. Resulta que este hombre es de San Sebastián que es donde nos dirigíamos nosotros. Miguel estaba viendo que había que coger un tramo de autovía en esa dirección, porque no hay otra alternativa y en efecto, este hombre nos lo confirmó. Iba con una mochila y nos dijo que venía de coger castañas y volvía para casa. Que nos diéramos prisa que se acercaba una tormenta. Madre mía, cuánta sabiduría en una sola persona. Nosotros no cuestionamos nada y tiramos detrás de él. Y menos mal, porque sin él creo que lo hubiera pasado muy mal en el tramo de la autovía. Como él conoce muy bien el camino, no teníamos que parar ni nada. Además él iba con una bicicleta de carretera y ligero. A mí lo que más me costó fue seguir el ritmo. Nos dijo que nos dejaría en Pasajes, que no podíamos dejar de visitarlo porque nos iba a gustar, y él continuaba hasta su casa, y así lo hizo.

Nos metió tanta prisa y se marchó tan rápido que casi no pudimos ni darle las gracias. Pero si un vasco te dice que viene la lluvia, es porque viene la lluvia. Disfrutamos un poco del magnífico Pasajes. Que pueblo tan pequeño y tan bonito. Nos dejó maravillados. Y después seguimos su paseo hasta el faro, donde encontramos unas cuantas cabras. Nos contó este buen hombre, que en ese astillero habían traído grandes barcos a reparar y que luego tenían que remolcarlos por el pequeño cañón o pasaje, hasta el mar. 
¿Os podéis creer que hemos ido hasta Noruega para ver los fiordos, cuando el más bonito está en Pasajes?

A la vuelta teníamos que coger una barca para cruzar al otro lado, donde vive la familia que nos acoge. Yo ya estaba pensando cómo narices iba a meter la bicicleta en la barca sin que ninguna de las dos cayese al mar, cuando llegó otro vasco de buen ver y dijo que nos ayudaba. Supongo que sabréis algún chiste vasco. Pues aquí va el nuestro: estábamos dos madrileños con dos bicis cargadas hasta arriba pensando cómo haríamos para meterlas a la barca, cuando llega un vasco y nos dice: ‘Venga que os ayudo’. Coge la primera bicicleta en volandas, como si de una pluma se tratase y la mete a la barca como si nada. Y acto seguido, hace lo mismo con la segunda. 
Nosotros subimos detrás a la barca con las bocas bien abiertas y muy agradecidos. Y por si habíamos tenido poco, hizo lo mismo pero a la inversa al llegar a la otra orilla. Menuda gente más maja los vascos. Hasta ahora no llevamos ni 24 horas en España, que ya nos sentimos en casa.

Al rato llegamos a casa de Luisma, que vive con su mujer y su hijo adolescente. Estuvieron también muy preocupados porque nos sintiéramos a gusto y estuvimos compartiendo nuestras experiencias de viaje con ellos. Nos estuvieron contando cómo es viajar en familia.
A la mañana siguiente, Luisma nos acompañó en bici hasta el centro de San Sebastián, ya que él trabaja en una tienda de bicis en esa misma ciudad y utiliza la bici de medio de transporte. Estuvimos visitando la ciudad y la playa de la Concha. Fuimos a ver los peines del viento de Chillida, que hacía tiempo que me hubiera gustado verlos y por fin, los visitamos.

Pero lo primero que hicimos fue comprar unas palmeras de chocolate para desayunar. Es mi dulce preferido y resulta que en ningún país las hacen. ¡Ay, mi adorable España!
Queríamos haber seguido por la costa, pasando por Zarauz y Zumaya, en dirección a Bilbao, pero estaba el día lluvioso y no pintaba mejor para los siguientes, así que, una vez más, decidimos coger el tren. Este tren es la mar de cómodo y amplio, parece más el metro que un tren. Y menos mal, porque nos había tocado cada cual por el camino, estrechos, con múltiples escaleras, con múltiples cambios. Auténticas odiseas en lugares que no conocíamos.
En Bilbao, usamos Air bnb para pasar la noche en una habitación. Al día siguiente quedamos con una amiga nuestra que nos estuvo enseñando lo más reseñable de la ciudad, a parte del famoso perrito del Guggenheim, Puppy, nos enseñó el estadio del Atletic… Para ellos es como un templo, por lo visto…

Se nos hizo muy agradable volver a ver a gente conocida, escuchar nuestro idioma por todas partes, nuestras costumbres, todo. Mira que cuando estamos aquí, sacamos todo lo peor de nuestro país, pero esta vez volvimos a cogerlo con muchas ganas.
Por la tarde cogimos el mismo tren que nos llevaría a Guardo y de allí dimos nuestro último pedaleo del viaje hasta Saldaña, donde vive un familiar nuestro, que acogería nuestras bicis una temporada. 
Cuando llegamos nos esperaba toda nuestra familia. Estábamos deseando verles a todos.
Y al día siguiente pusimos rumbo a Madrid en coche y por fin, llegamos a casa.
Teníamos sentimientos encontrados, pero lo que es cierto, es que acabábamos de dar fin a la aventura y experiencia más grande de nuestras vidas, el día 19 de octubre, tras casi seis meses de viaje.
Así que, colorín colorado, este viaje se ha acabado.

Conclusiones

Por un lado se nos ha dado mucha alegría volver a España, reencontrarnos con nuestro país y sobre todo con nuestra familia.
Por el otro lado, se ha terminado una de las experiencias más impresionantes de nuestra vida.
Ahora recordamos los momentos cuando estábamos planeando el viaje. Entonces pensábamos si seríamos capaces de lograrlo, si nos iría bien, si nos adaptaríamos, si nos gustaría lo salvaje. Recuerdo los primeros días que llamábamos a casa, la abuela de Miguel diciéndonos si ya nos habíamos cansado y si volvíamos ya a casa.
Ahora tenemos muchas cosas claras. Nuestro camino comenzó en busca de lo salvaje y hacia lo salvaje continuará, sin duda.
Durante el viaje hemos descubierto nuevos, asombrosos y diferentes estilos de vida y hemos sentido que necesitamos un sitio nuestro, queremos crear un hogar, un sitio al que, aunque volvamos a salir de viaje, queramos volver, queremos encontrar nuestro sitio.
Así que, allá vamos, caminando hacia lo salvaje en busca de nuestra nueva aventura.

Comentarios

  1. Es increible siempre hacer un viaje en bici, una experiencia fascinante y que sin duda se vuelve inolvidable!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Lo más visitado

Noruega: vuelta a tierra firme

Tipos de bicicletas y carácterísticas

Luxemburgo

Equipaje y distribución sobre la bici

Aspectos útiles para elegir tu bicicleta