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Mostrando entradas de julio, 2017

Noruega: vuelta a tierra firme

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Tras estos días como turistas de lujo, llegamos a Trondheim a las 6:30 de la madrugada.  Cuando bajamos a por las bicis vimos que habían tirado nuestros sacos por el suelo y que las equilibraban poniendo nuestras frágiles esterillas entre ellas. Nos fastidió bastante el trato y fuimos a quejarnos a recepción, donde habíamos pagado diez euros por cada bici dos días antes para recibir ese trato, aunque tampoco sirvió de nada. Ni siquiera una disculpa. Pero bueno, ya se sabe cómo es esta sociedad. Si hubiéramos llevado un Ferrari, seguramente nos lo habían tratado mejor y si nosotros hubiéramos ido vestidos de marca oliendo a pachuli pues también… Así que allí estábamos en el puerto de Trondheim con la rueda desinflada una vez más. Fuimos a la información turística en busca de las tiendas de bicis, porque esa es otra. La rueda que habíamos pedido por amazon no había llegado y ponía que tardaría quince días. Necesitábamos un milagro, pero ya. Encontramos una tienda donde vendía

Noruega en barco

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Todos los que esperábamos al preciado barco, éramos cicloturistas huyendo del túnel.  Otro chico jovencito polaco, que también esperaba, nos dijo que él no tenía mucho presupuesto, pero que había cogido el barco hasta el primer puerto porque no se veía capaz de cruzar otra vez el túnel. Nosotros te comprendemos, amigo. El resto de la tripulación era una pareja de alemanes. Por fin metimos todas las bicis en el barco y las amarramos en cubierta como pudimos. El mar estaba muy revuelto a causa de la tormenta. Seguía lloviendo y había unas olas que atravesaban el barco de un lado al otro. Nos metimos al salón. Yo solo pensaba si las bicis seguirían en el barco al llegar al destino. Aunque después de tanto tiempo sin dormir y con el sofá tan cómodo en el que había caído, mis ojos no tardaron en cerrarse. El barco es bastante pequeño y antiguo, muy auténtico, te hacía sentir un pescador o algo así. Yo dormí bastante rato del tirón y mientras tanto parece ser que a Migu

Noruega: Cabo norte

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Después de hacer acopio y gastar los últimos euros en la frontera pasamos a Noruega. Ya casi estábamos rozando el cabo habitado más al norte de Europa. Los primeros paisajes eran de una belleza excepcional, este país no se parecía mucho a Finlandia. Cada vez la vegetación era más diferente y el agua nos empezaba a rodear. Los árboles se convertían en enanos y les cuesta mucho más crecer y mantenerse rectos, debido al clima. Ellos también tienen que sobrevivir al frío y la oscuridad. A pesar de estar ya en el mes de julio, pronto vimos nieve por las cumbres, por aquello del verano tardío. Contactamos por couchsurfing con un chico sami, Jon, ya que no conseguimos ver aquel sitio tan especial, por lo menos conocer a uno. Resultó que no entendíamos muy bien lo que nos decía por couchsurfing de quemar su casa, pero nos aceptaba en Lakselv. Después descubriríamos que es un chico muy sarcástico. La cosa es que íbamos camino de su pueblo cuando un coche por la carretera nos dio las

Finlandia: Laponia

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Y después de estos maravillosos días de acampada, al fin llegamos a la ansiada Rovaniemi: la ciudad de los cuchillos.  Desde Riga ansiábamos llegar allí y conseguir un magnífico cuchillo para tallar cucharas. Llevábamos uno con nosotros para cuando lo necesitábamos y la verdad que le estábamos dando buen uso, así que ya no estaba tan afilado. En casa de Mike, donde habíamos tenido tiempo para hacer de todo un poco, empecé a experimentar con él e hice mi primera cuchara del viaje. Por fin, conseguimos nuestros cuchillos, a los que podíamos inscribir unas palabras. ¡Qué maravilla! Ahora ya podíamos llevar a la práctica lo que nos había enseñado Aldis en Riga. Poco después de comprarlos estábamos los dos, en un banco de un parque, dale que te pego con los cuchillos. Menos mal que en Finlandia es muy común ver a la gente de campo llevar sus cuchillos colgados del cinturón, incluso a los niños, aunque ellos lo llevan para cazar, bueno, y supongo que para lo que les haga falta. 

Sur de Finlandia

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Nos dispusimos a coger el ferry que nos llevaría de Tallin a Helsinki.  Era uno de estos barcos típicos para turistas con una gran tienda para aprovechar y hacer tus compras libres de impuestos durante el trayecto. Nosotros aprovechamos para ver las vistas y disfrutar del aire del Báltico, aunque he de decir que no era uno de los mejores días, ya que llovía ligeramente. En Helsinki habíamos quedado con Ángel, un madrileño que nos acogía un par de noches en su casa. Estaba bastante ocupado, ya que es maitre en un restaurante y además le encanta el enduro y aprovecha cada rato libre para ir con sus colegas a los montes cercanos a Helsinki para practicar su deporte favorito. Nos acompañó para enseñarnos una iglesia muy peculiar que estaba en una roca y como él se tenía que ir nos recomendó visitar una isla que estaba justo enfrente de la ciudad, así que cogimos otro barco, éste mucho más pequeño, y estuvimos visitando la isla. Además había justo una exhibición aérea que se vio